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Tras las huellas de la escuela chilena

sol serranoTras las huellas de la escuela chilena

Liderado por la historiadora Sol Serrano, el proyecto Anillo en Ciencias Sociales "La educación ante el riesgo de fragmentación social: ciudadanía, equidad e identidad nacional" revela cómo los establecimientos educacionales fueron formando la columna vertebral de la institucionalidad y la ciudadanía en Chile.

Chile, una larga y angosta faja de tierra que poco a poco se transformó en un país con una identidad propia. No hay otra institución que haya contribuido más a este proceso que la escuela. Así lo demuestra un profundo trabajo de investigación en el que confluyen varios proyectos de distintas disciplinas al interior de la Universidad Católica.

Se trata del proyecto Anillo en Ciencias Sociales "La educación ante el riesgo de fragmentación social: ciudadanía, equidad e identidad nacional", liderado por la profesora del Instituto de Historia UC, Sol Serrano, y con el actual decano de la Facultad de Educación, Cristián Cox, como subdirector.

Como buen trabajo de este tipo, en él confluyen varias líneas de trabajo. "El sistema educacional chileno no solo ha construido parte de la institucionalidad política del país, sino también de la formación de ciudadanía, de la unidad del territorio y de un cierto imaginario o memoria común. La escuela es, en lo bueno y en lo malo, la encarnación del ideal republicano", explica Sol Serrano como hipótesis madre del trabajo.

Con esta premisa comenzó a armarse un proyecto interdisciplinario que involucra a investigadores del Instituto de Historia, las facultades de Educación y de Matemáticas, y el Instituto de Geografía, entre otras unidades académicas. En 2008, ganó un importante fondo de Conicyt con financiamiento para tres años y, desde entonces, no ha parado de incorporar nuevos proyectos a su alero, sumando socios extranjeros –como el Colegio de México y el Spatial History Lab de la Universidad de Stanford– para la formación de investigadores y la realización de seminarios y publicaciones que ya están impactando a la comunidad científica.

En primer término, se trabaja en una Historia de la Educación en Chile 1810-2010, que se compone de cuatro tomos y de los cuales dos ya están terminados. En ella se muestra cómo el sistema educacional chileno ha estado en la columna vertebral de la construcción de ciudadanía (entendida como derechos políticos y sociales). En los albores de la República, relata Sol Serrano, la escuela surge porque las propias comunidades la solicitan. El Estado acoge esta demanda porque está interesado en formar "ciudadanos"; y la instalación de las escuelas se convirtió en la primera política social de alcance nacional, que se expandió en un momento de precaria presencia institucional en el territorio nacional.

Las escuelas comienzan a instalarse en las distintas ciudades, pueblos y comunidades, pero no como los establecimientos educacionales que hoy conocemos. "La escuela era simplemente el profesor, quien fue financiado por el gobierno siempre y cuando la comunidad ofreciera un lugar donde albergar su trabajo. Podía ser en la municipalidad, en un rancho o en salas arrendadas a casas particulares", relata Sol Serrano.

Crecimiento desigual

En el siglo XIX, la escuela se extendió en un país eminentemente agrario, con pequeñas comunidades agrícolas y muy pocos centros urbanos. "Era una escuela principalmente alfabetizadora y civilizadora: buscaba que los niños aprendieran a leer y escribir, y a comportarse de acuerdo a los cánones del mundo ilustrado", explica la historiadora.

La investigación muestra que la escolarización depende del sentido que una sociedad le otorgue a esos aprendizajes. Para las familias, los niños eran fundamentales para su economía doméstica de subsistencia. La escuela tenía un costo alternativo y en esa economía ser alfabeto importaba poco. Los sectores populares fueron entrando a la escuela de la mano de la urbanización y quedaron fuera los del campo profundo, que vivían diseminados, y los marginados urbanos. Es decir, la escuela tiende a replicar la estructura social, pero a cambiar sus vínculos culturales.

Por una parte, amplía la democracia porque son los hijos de la escuela los nuevos letrados que entran a participar en el espacio público, como las emergentes clases medias provinciales primero, luego el movimiento obrero, las organizaciones mapuches y las mujeres. Pero, al mismo tiempo, segrega a los más pobres. "Es dramático constatar que la cobertura se fue ampliando a lo largo del siglo XX en la medida en que llegaron los niños pobres, porque en la escuela les daban pan y leche", relata la historiadora UC Sol Serrano.

Al comenzar el siglo XX, la escuela se convirtió en la primera vía para las políticas sociales del Estado. A través de ella se canalizaron las ayudas de alimentación, vestuario y salud para los niños. Sin embargo, la llegada a las aulas seguía siendo desigual. En 1930, por cada 10.000 alumnos matriculados solo 61 terminaban la educación primaria y apenas uno concluía la educación superior.

En 1920, la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria pretendía que el trabajo doméstico o industrial no marginara a los niños y por ello obligó a los padres a enviar a sus hijos al colegio. Pero el proceso tomó varias décadas. La investigación postdoctoral de Francisca Rengifo muestra que, paulatinamente, la escuela comenzó a tener sentido para las familias. Además de las ayudas recibidas por el Estado a través de las aulas, las destrezas aprendidas en ellas comenzaron a tener más valor dentro de la sociedad.

El qué y cómo se enseña, el cómo se preparan los profesores, y la enseñanza técnica en relación al capital humano son temas de los proyectos de dos postdoctorados y dos candidatos a doctor en Historia (Macarena Ponce de León, Robinson Lira, Francisca Rengifo y Pilar Hevia), por nombrar solo a algunos de los 20 investigadores de distintos niveles que confluyen en este trabajo. Sol Serrano destaca que una de las características de esta megainvestigación es la formación de recursos humanos y de equipos: "Contábamos con financiamiento para tres o cuatro estudiantes de postgrado y terminamos acogiendo a 20, y de distintas carreras". Este interés de los investigadores jóvenes, agrega, "responde al deseo de trabajar en equipos intergeneracionales y mulitidisciplinarios; esta es una experiencia que muestra a gritos la importancia de que las humanidades y las ciencias sociales cambiemos nuestras prácticas de investigación".

Poder mirarse

Rearmando la historia, alumnos del liceo Abate Molina trabajan en la recuperación del archivo escolarUno de los objetivos de este proyecto Anillo es lograr un impacto en los profesores y las comunidades docentes locales. "Estamos convencidos de que la historia de los profesores en la sala de clases es una manera de contribuir a la identidad de nuestros docentes y a reconocer parte de los problemas y desafíos que enfrentan", explica Sol Serrano.

Fue así como el periplo tras la huella de la escuela chilena llevó a los investigadores a las fuentes primarias: a los archivos centenarios de los establecimientos educacionales, en una aventura apasionante que enfrentó los estragos que el terremoto de febrero de 2010 dejó en muchos de estos añosos edificios.

Uno de los objetivos principales de esta investigación es impactar a las comunidades docentes. "Queremos poder reconstituir con ellas su propia historia, con el fin de formar identidad y pertenencia respecto de sus propios lugares. Y esto solo puede hacerse a través de una investigación empírica de gran envergadura: la historia de todas las escuelas del país", agrega la profesora del Instituto de Historia UC.

Según Sol Serrano, esta investigación busca llegar a los escolares para que comprendan mejor su realidad y profundicen su conciencia cívica, y también a los profesores, porque el conocimiento de su propia historia debería llevarlos a tomar conciencia del relevante rol de su gremio en la formación de la identidad nacional y republicana.


Los liceos abren sus archivos centenarios

El principal dilema de toda investigación histórica es llegar a la fuente directa. En este caso, el desafío es cómo saber, por ejemplo, qué pasaba realmente en el aula de la escuela chilena del siglo XIX. Los investigadores del proyecto Anillo sospechaban de la existencia de archivos en los liceos más antiguos de provincias, los que habían sido creados a imagen y semejanza del Instituto Nacional, que data de 1819. Entre ellos, el archivo del Liceo Abate Molina de Talca era todo un mito.

En eso, sobrevino el terremoto de 2010, con el que gran parte del casco antiguo de Talca se vino abajo. Ante eso, la licenciada en Historia María José Vial, integrante del equipo, tomó su auto, partió y, en medio de la polémica por su demolición, consiguió que el director del establecimiento le mostrara el archivo, que llevaba varios años bajo llave. "Abrimos la puerta y constatamos los estragos causados por el sismo: rumas de libros que se vinieron encima no nos dejaban entrar. Era una gran sala llena de repisas con cientos de libros y documentos de un enorme valor histórico", recuerda.

Entonces, desde el proyecto Anillo se organizó un trabajo que busca la recuperación y organización del archivo del Liceo Abate Molina de Talca, en el cual participan investigadores del Anillo, alumnos del curso de Archivística del Instituto de Historia UC y la comunidad escolar del liceo. Además, los investigadores de nuestra universidad hicieron talleres de capacitación a los profesores y alumnos del establecimiento sobre el uso de fuentes primarias en el aula. La importancia de esto, explica María José Vial, es que los estudiantes aprenden experimentalmente cómo se construye la historia, que no es una "verdad revelada", sino que se escribe a partir de la interpretación de los documentos del pasado.

El proyecto se adjudicó un fondo del Programa de Bibliotecas y Archivos Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, que permitirá la capacitación de los encargados del archivo y el financiamiento de un espacio moderno y de fácil acceso, junto a la biblioteca, para albergar este archivo histórico.

Esta exitosa experiencia los motivó a crear otra investigación que busca recuperar y censar los archivos de los 40 liceos que se crearon en el siglo XIX en el país después del Instituto Nacional. Para comenzar, se le dio prioridad a los 11 establecimientos de la zona central (regiones VI, VII y VIII), debido al frágil estado en que quedaron tras el terremoto de 2010.


La fuerza de las humanidades

La historiadora Sol Serrano pone acento en que este proyecto Anillo en Ciencias Sociales es el primero donde las humanidades tienen una fuerte presencia: "No queremos llorar ni implorar que sean reconocidas; queremos demostrarlo". Ella es una convencida de que la posibilidad de investigar en profundidad y de producir impacto en la sociedad y en las políticas públicas va de la mano de esta convergencia.

"Hasta hace poco, las humanidades no tenían la posibilidad de acceder a fondos importantes como las otras ciencias. El que estemos haciendo un proyecto como éste refleja una tendencia nueva. Nuestra convicción es que para que haya una reflexión de cierta densidad en el debate público, se requieren proyectos interdisciplinarios de las humanidades con las ciencias sociales", señala.